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SALUD

BRONQUIOLITIS:
Es una infección respiratoria aguda que afecta fundamentalmente a niños menores de dos años. Durante los 6 primeros meses de la vida, la enfermedad cursa con una mayor gravedad. Su máxima incidencia tiene lugar durante el invierno y al inicio de la primavera. La presentación es esporádica, aunque frecuentemente aparecen brotes epidémicos. Se localiza en la mucosa respiratoria, siendo el virus sincitial respiratorio (VRS) el agente causal más frecuente. Al irritarse los bronquiolos comienzan a segregar un moco denso y difícil de expulsar, con lo que se estrecha aún más el interior de su diámetro, lo que dificulta la respiración. Se trasmite de persona a persona y se contagia a través de las manos, de determinados objetos contaminados o por las gotitas que se desprenden en la respiración. Habitualmente comienza con síntomas propios de un catarro de vías altas: mocos, tos, estornudos a lo que se asocia posteriormente dificultad para respirar, rechazo de alimentación y fiebre, aunque no muy alta. La tos, siempre presente, es intensa y recurrente y habitualmente se acompaña de vómitos. Muy frecuentemente escucharemos ruidos respiratorios: son las sibilancias (pitidos) que expresan la dificultad que tiene el aire para ser expulsado, de forma similar al asma bronquial. La historia clínica y la exploración física habitualmente son suficientes para llegar al diagnóstico. En ocasiones, el pediatra solicitará un estudio de las secreciones nasales para identificar el virus. Otras veces realizará una radiografía y/o un análisis de sangre sobre todo si se asocia fiebre alta. El tratamiento depende de la gravedad. Un 5% de los niños aproximadamente necesitarán ingreso en el hospital. La mayoría se tratarán en casa con cuidados especiales: humedad ambiental, fisioterapia respiratoria, lavados nasales. Es recomendable ofrecer la alimentación de forma fraccionada: tomas más frecuentes y de menor volumen y darle de beber mucho agua u otros líquidos. El empleo de sedantes para la tos están contraindicados porque la tos es un mecanismo para eliminar las flemas y las secreciones bronquiales. Se debe acudir a urgencias o consultar al pediatra si: Se asocia fiebre alta. Rechaza totalmente las tomas y /o vomita. El niño está apagado. Si respira muy deprisa y/o tiene dilatación de las alas de la nariz,
y/o tiene un color azulado.

BRONQUITIS:
Es una inflamación de los bronquios, concretamente de la parte más gruesa del tramo bronquial. Durante los primeros años de la vida, en la mayoría de los casos, es de causa infecciosa, fundamentalmente vírica. Sin embargo, también puede tratarse de una alergia o aparecer como consecuencia de la inhalación de determinados productos químicos, de la contaminación atmosférica o del humo del tabaco. Si el niño de forma repentina, presenta un ataque de tos, hay que sospechar en una aspiración de cuerpo extraño y hay que preguntar si tenía al alcance objetos pequeños: frutos secos o sus cáscaras y haya podido atragantarse con ellos. Estas situaciones son potencialmente graves y requieren asistencia en servicio de Urgencias. Se inicia con un catarro de vías altas, mocos y tos, al principio seca y posteriormente productiva (con "flemas"). El niño sobre todo si es pequeño, no sabe expectorar y es frecuente que se trague las flemas que posteriormente expulsa con los vómitos o con las heces (deposiciones con "moco"). Se queja que "le duele el pecho" y se encuentra cansado, con malestar general y algo de fiebre. Aunque suele mejorar rápidamente, la tos puede persistir durante una semana o más. El pediatra suele diagnosticarla con la historia clínica y la auscultación pulmonar por lo que en pocos casos será necesario realizar otro tipo de pruebas. Lo más efectivo es dar al niño muchos líquidos para ayudar a expulsar las secreciones bronquiales lo que se consigue además mediante ejercicios de fisioterapia respiratoria: cambios de postura, golpecitos rítmicos en la espalda o en el pecho, etc. Si se asocia fiebre, se administrarán antitérmicos. Los antibióticos no deben utilizarse, y menos sin consultar con el pediatra,salvo en los casos en los que se sospeche una infección bacteriana sobreañadida. Se debe acudir a urgencias o consulta a tu pediatra si: La tos se acompaña de fiebre alta y malestar general. Presenta tos de forma brusca, con o sin evidencia de atragantamiento.

CONVULSIONES FEBRILES:
Es un proceso benigno que se manifiesta con pérdida de conciencia, rigidez y/o una serie de movimientos anormales, coincidiendo con fiebre. Afecta a niños menores de 5 años de edad, y excepcionalmente después de los 5 años, existiendo algunas familias con mayor predisposición para presentarlas. A pesar de no ser peligrosas, provocan una gran alarma y angustia en los padres. Las convulsiones febriles son distintas de la epilepsia. Se produce por la especial susceptibilidad de estos niños a reaccionar mediante una crisis convulsiva ante la existencia de fiebre, lo que origina una serie de descargas nerviosas que se traducen en unos movimientos especiales y en pérdida de conciencia. La convulsión febril se manifiesta con pérdida de conciencia y con rigidez del cuerpo del niño, alternando con flojedad, o con sacudidas musculares rítmicas de todas las extremidades o de las de un lado, movimientos de los ojos, de la mandíbula etc. Esta situación se prolonga durante unos segundos o minutos, finalizando con cansancio y sueño. En casos excepcionales la duración de la convulsión febril se prolonga más de 15 ó 20 minutos, situación que debemos evita. La convulsión febril se diagnostica por la coincidencia simultánea de las manifestaciones anteriormente descritas y la fiebre. En las convulsiones febriles no es necesario realizar un electroencefalograma. No hay que confundirlas con los escalofríos, tiritonas, o delirios. Tampoco son convulsiones febriles los síncopes febriles que son episodios que cursan con fiebre y pérdidas de tono muscular (se queda flácido), condicionadas por defecto de la oxigenación cerebral o alteraciones del sistema nervioso vegetativo. La convulsión febril no es una epilepsia: enfermedad crónica en la que el cerebro produce descargas nerviosas que se manifiestan de diferentes formas que pueden variar entre los ataques de gran mal (muy aparatosas con pérdida de conciencia y movimientos anormales) y breves ausencias que pueden pasar desapercibidas. Las personas epilépticas se controlan muy bien con medicamentos específicos que deben tomar diariamente durante varios años. Las convulsiones febriles no son peligrosas y en la mayoría de los casos cesan por sí solas, sin tener que recurrir a ningún tratamiento específico. Cuando le da la convulsión debemos situar al niño boca abajo con la cabeza vuelta hacia un lado para evitar que el niño aspire en caso de vómito. Debemos intentar bajar la temperatura quitándole la ropa y administrando un antitérmico. No debemos nunca emplear agua fría porque los escalofríos podrían hacer aumentar la temperatura.
Si se produce una convulsión se coloca al niño sobre una superficie blanda sin intentar impedir sus movimientos convulsivos. Si la crisis no pasa se debe trasladar inmediatamente la niño al Servicio de Urgencias. Es importante que la convulsión dure el menor tiempo posible porque cuando se prolonga durante más de 15 ó 20 minutos existe el riesgo de secuelas, especialmente retraso en el aprendizaje o de epilepsia. Aproximadamente la mitad de los niños que han tenido una primera convulsión coincidiendo con fiebre, vuelven a tener convulsiones febriles. Aunque habitualmente, la convulsión es la primera manifestación de la enfermedad febril, si el niño tiene fiebre, es conveniente intentar bajar la temperatura lo antes posible, pero no es conveniente hacerlo de forma muy brusca. Para ello, hay que quitarle la ropa y administrarle un antitérmico, preferentemente paracetamol. Se debe acudir a urgencias: Si la convulsión ha durado más de 15 minutos. Si la convulsión ha sido breve pero se ha repetido. Si la convulsión ha sido de una pierna o de un brazo y no generalizada. Si la fiebre que ha originado la convulsión no cede con antitérmico


GASTRONETERITIS:
La inflamación de la mucosa del estómago se denomina gastritis, mientras que la de los intestinos se conoce como enteritis. Cuando son ambos órganos los afectados se produce una gastroenteritis, que es la irritación del conjunto del tracto digestivo. La pérdida del apetito y las nauseas, seguidas de diarrea, son los primeros síntomas de esta enfermedad. Luego se producen accesos de vómito, con diarreas acuosas, dolores en la barriga, fiebre y extrema debilidad. Suele desaparecer al cabo de 2 o 3 días. Está causada por una infección vírica, que se transmite con facilidad de una persona a otra por contacto individual, son mediación de alimentos ni bebidas. Las bebidas y los alimentos contaminados por microbios también pueden producir gastroenteritis, así como los alimentos que causan alergias (mariscos, carne de cerdo, los huevos, etc.). Otra causa posible de la enfermedad es la alteración de la flora bacteriana natural del tracto digestivo. También los antibióticos pueden tener un efecto parecido, ya que actúan sobre la población bacteriana intestinal, alterando su equilibrio natural. Para tratarla se debe guardar reposo en casa y beber gran cantidad de líquidos, para evitar la deshidratación. Durante las primeras 24 horas no se deben ingerir alimentos, y hay que tomar sólo agua, zumo de zanahoria o té; dos litros diarios, como mínimo, de líquido sin azúcar, ya que éste puede prolongar la diarrea., Manzanas, arroz blanco y pechuga de pollo son alimentos recomendados para el tratamiento.

GRIPE:
La gripe o influenza es una enfermedad aguda infecciosa de origen vírico que aparece cada año durante el otoño y el invierno. Pueden aparecer casos aislados, pero casi siempre se trata de una auténtica epidemia. Es muy contagiosa, se trasmite de unos a otros a través de las gotitas de saliva que expulsamos con la tos y los estornudos y que van cargadas de virus. Cada año, cambian los virus que provocan la gripe, por eso cada año nuestro organismo tiene que prepararse para afrontarla. La vacuna sólo está recomendada en niños con problemas graves como enfermedades del corazón, asma, diabetes, tumores, falta de defensas… y siempre que sean mayores de seis meses. Entre los síntomas se pueden mencionar: dolor de cabeza, molestias en los ojos, fiebre -que suele ser alta y permanecer elevada durante dos o tres días-, y dolor en todo el cuerpo, sobre todo en las piernas y la espalda. A las 24-48 horas se asocia congestión nasal, lagrimeo, estornudos, tos seca e irritativa y dolor de garganta y en el pecho. La mayoría de los síntomas desaparecen en cinco o seis días, aunque la tos y el cansancio duran unos días más. Para diagnosticarla no suelen ser necesarias pruebas de laboratorio para diagnosticar una gripe, que se distingue de un resfriado común por la fiebre alta y la intensidad del malestar. Además, la gripe es generalmente epidémica, lo que facilita su diagnóstico. No existe un tratamiento específico y al ser una enfermedad producida por un virus, los antibióticos no están indicados. Si el niño tiene fiebre puede administrarse paracetamol o ibuprofeno. Ofreceremos líquidos abundantes y una dieta blanda. No es necesario forzarle a permanecer en la cama, él mismo buscará el reposo durante la fase aguda de la enfermedad. Es normal que: El niño esté dos o tres días con fiebre.  Esté decaído y cansado o llorón e irritable. No tenga apetito. Acude al pediatra o a urgencias si: La fiebre no cede con antitérmicos.  Se acompaña de otros síntomas como vómitos o rigidez de nuca.  La fiebre se acompaña de manchas en la piel.